A algunas personas que tienden a ser más extrovertidas e impulsivas les puede ocurrir que de repente se sientan mal por hablar de más. Unas veces es una metedura de pata: primero se dice, luego se piensa y luego se siente. A veces puede ser que demos una mala contestación y otras que simplemente no respetemos nuestra propia intimidad y en cuestión de segundos le hayamos desvelado toda nuestra santa privacidad a un desconocido o a alguien que no tiene buenas intenciones hacia nosotros. Como no creo en las amenazas no me preocupo acerca de las consecuencias que tiene ser demasiado hablador. Sí que me parece interesante entender para qué hablamos sin conciencia o decimos lo que no pensamos. Hablar de más y no contactar con el silencio es solo otro mecanismo que nos protege «neuroticamente» y en cada uno de nosotros tiene un contexto específico hecho a la medida de nuestra psique. Unos por verborreicos, otros por faltantes, otros por no reservar su intimidad y otros por no decir ni pio. Los excesos nos avisan y todos aprendemos de nuestras acciones cuando no las juzgamos. La clave es vivir en un continuo darse cuenta y entrenarse en tener una firme transparencia. Da coherencia y recibirás coherencia. Sara Hernández Psicóloga Humanista

 

verborrea