Muchas personas se sienten parte de un equipo de futbol, o son fans de un grupo de metal o se compran toda la ropa de una marca, a veces son modas pasajeras y luego cambian de equipo, se hacen hippies y empiezan tocar el acordeón. Otros más exagerados y constantes se sienten muy de su país, tanto q se identifican con un político determinado, que incluso está muerto, pero lo recuerdan constantemente con devoción.
Otros muchos coinciden en el atractivo del ideal de seguir a ese político, se van juntando se van imponiendo y caen en el placer de sentirse muy de ese sitio y de un modo de vida concreto. Así pues, sin darle dos vueltas a la lógica del asunto, todos juntos, acaban por imponerlo verbal y físicamente. Lo mismo con la religión, muchas de esas personas que buscan sus referentes en una etiqueta, en una nacionalidad , ideología o religión son solo ovejas que siguen a un rebaño ideológico que les da lo que piensan que no tienen
.
Humanos, tan fuertes como débiles, tan magníficos como insignificantes.
Decía Paulo Freire: En el fondo, la ideología tienen un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza con anestesiar nuestra mente, confundir nuestra curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos.
La psicología de las masas queda explicada a partir de los cambios en la psicología de la mente individual.
Claro está que alguna razón evolutiva habrá para que esta sensación de pertenencia a un grupo radical se imponga con tanta frecuencia. Todos sabemos que es tal la envergadura de una identificación que a muchos les lleva a donar todo su dinero, alejarse de los hijos, matar e incluso quitarse la vida por un ideal.
En cuanto que una persona se desconecta de sí mismo, si se reencuentra ilusoriamente en un grupo de referencia, siente tanto placer por ser parte de ese clan, que la adrenalina de luchar junto a otros, sentirse uno y focalizar toda la fuerza por algo más grande que la propia vida es tan fuerte que el cerebro deja de procesar desde la individualidad y se convierte en un autómata irracional.
Y así justifican guerras, violencia desentrañada, robos,ablaciones de clítoris, y gamberrismo en campos de futbol, entre otras bestialidades.
La capacidad del ser humano de transcender de sí mismo es un don que mal usado y orientado hacia el mal puede mancharlo todo de dolor, que es un color feísimo.
Maslow ya nos habló de la necesidad de pertenencia como una condición necesaria para la autorealización. Somos seres sociales y pertenecer a un grupo gana muchas estrellas Michelin en la cadena de la supervivencia.
De hecho es que sentirse patriota, o de tal o cual religión y defenderlo agresivamente es ante todo una pérdida de la capacidad de razonamiento.
Esta capacidad es la que más tardíamente desarrolló el homo sapiens y todos sabemos que hoy en día hay muchos monos sueltos en la ciudad.
Básicamente procesan la información de una manera arcaica basada en instintos y emociones, son más reptiles que mamíferos cerebralmente hablando. Con lo cual se guían más por arquetipos inconscientes que por una reelaboración lógica y actualizada de la información que reciben.
El estado de participación mística del tipo que sea (religión , futbol, nación. ) es una psicosis de donde los sentimientos cursan separados del análisis intelectual del hecho.
Si queréis saber más, Freud, Le Bon, Jung y Ortega y Gaset profundizaron sobre este tema del alma colectiva.
En conclusión, podemos decir que la base patológica que se cocina en estas mentes es un miedo a la libertad. Y luego sólo hace falta que aparezca un líder carismático para que se pierda la piedad y acabemos exterminando razas o bombardeando hospitales.
Por eso cada cual debe hacer su proceso y responsabilizarse al máximo de quién ha venido a ser.
Y tú, ¿Piensas por ti mismo?
Sara Hernández Psicóloga Humanista
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