Si me permitís una humilde generalización, la mayoría de las personas suelen echar balones fuera a la hora de culpar al mundo, al azar o al karma de su situación.
Y es que como buenos neuróticos de andar por casa, esperamos que el otro cambie, que cambie la sociedad, la política, la microeconomía o que se alineen los planetas. Que pase de todo menos cambiar nosotros.
Y así pensamos que nuestra rabia desaparecerá cuando mi madre cambie, cuando mi pareja aprenda o cuando mi médico de con la pastilla adecuada para arreglar cualquier molestia.
Todo vale, menos cambiar la raíz del asunto: nuestra percepción y la actitud con la que enfrentamos la vida, nuestro modo de amar, de comunicarnos o de exigir y exigirnos.
El caso es que nuestra vida es un reflejo de nuestro estado mental, ni más ni menos. Pueden enfadarse, negarlo u olvidarlo pero esta ley está influyendo en los personajes y situaciones que protagonizan los capítulos de nuestros días.
El neurótico que llevamos dentro hará lo posible por no creerlo y negarse, se enfadará conmigo y abandonará su terapia. Yo ya se que seguramente volverá cuando se harte de pelearse consigo mismo.
Los que se atrevan a ver más allá del miedo descubrirán que no era tan difícil ser coherente y que el coraje suele ser la más clara de las verdades.
Y es que si en nuestra mente hay paz, armonía y equilibrio, entonces en nuestra vida recibiremos relaciones armoniosas, pacíficas y equilibradas. Y si nuestro monologo interno está lleno de juicios, odio y miedo… ya sabemos lo que pasa.
La situación en la que te hayas, la has creado tú mismo. Si vives en la abundancia o en la banca rota, si te sientes amado o ignorado, si estas dolorido o enérgico, si estas aburrido o empapado en proyectos.. Todo lo que crees lo creas.
En este mundo cada cual tiene su pequeña o gran preocupación, lo importante es que actitud tomemos sobre ella.
Sara Hernández Psicóloga Humanista
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