Hace poquito estuvimos viendo la diferencia entre comer emocionalmente o comer con hambre real. Si después de leer este articulo te sentiste tan identificado que no sabias  dónde mirar , ahora te propongo otras herramientas para poder comer en paz y respirar sin ansiedad.

Te recuerdo que comemos emocionalmente como un mecanismo inconsciente para evitar el dolor, bien  como analgesia o  bien para no responsabilizarnos de nuestro aburrimiento.

Aquí abajo te recuerdo las diferencias entre el hambre emocional y el hambre físico.

¿Cómo saber si como emocionalmente?

– Comes emocionalmente si te sientes fuera de control cuando tienes comida rica a la vista.

– Comes emocionalmente si sientes que respecto a tu dieta no tienes fuerza de voluntad.

-Tendríamos que meditar y tomar medidas sobre tus hábitos si sientes que puedes comer a cualquier hora incluso después de las comidas principales.

– Sería importante buscar el equilibrio en tu mesa  si cuando empiezas a comer tienes dificultades para controlarte, sentirte saciado y parar de comer.

-Comes emocionalmente si no puedes dejar nada en el plato.

– Comes emocionalmente si piensas en comida con mucha frecuencia.

-Es muy importante trabajar tu gestión emocional si la preocupación sobre el peso o la comida ronda a diario en tu mente.

 

Si asentiste ante las anteriores afirmaciones, te aconsejo que te dejes cuidar y acompañar en tu vuelta al equilibrio emocional pues comemos para vivir, no vivimos para comer.

 

¿Qué puedo hacer para solucionar esto?

Comer compulsivamente y comer emocionalmente son sinónimos.

Comer compulsivamente significa comer sin conciencia.

Comemos impulsivamente como un reflejo automático, comer así es ya un hábito , y en este caso un hábito dañino porque no digerimos bien ni podemos elegir con qué alimentarnos. De hecho cuando comemos compulsivamente no nos nutrimos ni energizamos el cuerpo sino que nos hinchamos como pollos locos después de una hambruna de alpiste.

Detrás del comer emocional hay tela que cortar así que , como diría Jack el destripador: vayamos por partes:

 

1. Comer emocionalmente es un hábito 

Simplemente la misma sensación de llenar el estómago con cantidades industriales de nuestro alimento tentador (o apego alimentario) puede ser una recompensa en si misma. Esta recompensa tiene tanto poder que cuesta mucho evitar el atracón o catar ese roscón. Pero la verdad es que nada más hacerlo, o al poquito, aparece la culpa que lo mancha todo de un color feísimo.

 

Si te fijas bien tienes ese hábito de comer compulsivamente cuando se da  algún  estímulo concreto: por ejemplo ante el aburrimiento , ante los nervios momentos antes de una cita, antes de hacer un examen, antes de entrar al trabajo, cuando me relajo de noche …. busca qué estímulo está asociado a esa compulsión y prepara una alternativa al atracón.

Aquí la regla de oro es primero darse cuenta de cómo funciona esto y segundo y más importante anticiparse y buscar otra rutina que nos de la misma recompensa.

Por ejemplo: «me doy cuenta que en el trabajo cuando hay problemas de X tipo me entra ganas de comer chocolate».

Cuando vuelva a haber problemas de x tipo en el trabajo-> tendré lista una meditación en youtube para sentarme y relajarme.

Otro ejemplo : «me doy cuenta que el hambre emocional se me dispara cuando tengo tiempo libre y no se que hacer con él , por ejemplo en fin de semana» –> a partir de ahora anticipare esta situación de riesgo emocional y organizare actividades atractivas para esos intervalos de horas muertas.

2.Las consecuencias del comer emocional 

Este hábito tiene dos consecuencias :

– La externa , la fisiológica:  la que la bascula delata y la que la ropa marca.

– Emocionalmente nos llevamos un golpetazo a  la autoestima: sentimos culpa, vergúenza y la amarga sensación de no poder confiar en nosotros mismos.

Ambas razones son suficiente peso para motivarse y conquistar nuevas rutinas.

3.¿Cómo solventarlo?

Existen muchas técnicas para cambiar malos hábitos. La que hoy te propongo es esta :

 

Espero que os haya servido.Ya sabéis que cuando cambiamos un hábito cambiamos nuestro universo.

Hay vida más allá de la ansiedad , y es tan fácil llegar a ella como pestañear.

¿Empezamos?

Nos vemos en consulta mis valientes

Sara Hernández Psicóloga Humanista

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