Silencios los hay de mil clases: lo que se cortan con tijera, los incómodos y los que te deja la duda, los reflexivos, los defensivos o el silencio sostenido con la conciencia del silencio mismo.
Entrenar activamente los sentidos requiere un esfuerzo, darse cuenta de que la percepción es una actividad y no una simple actitud pasiva.
Desde luego debemos practicar «la escucha de los pensamientos», para poder dominar la escucha interna, poco a poco y con constancia se podrán percibir con más claridad las sensaciones sutiles del cuerpo, pues este poder de concentración hay que situarlo en el mundo externo.
Y así,poco a poco, silenciamos nuestras neuras y silenciamos el ruido que nos sobra. Cortamos las palabras vacías y cuidamos la intuición de nuestra brújula. Callamos para no juzgar ni describirnos, callamos para no destruirnos. Silenciamos lo que imagino y borramos lo que anticipo. Es un modo de entrar en contacto con los niveles más profundos de nuestra existencia y alcanzar la intuición, armonía de pensamiento y ser, el resultado de este silencio interno es lograr un estado más allá de la evaluación, del bien y del mal, una estimación genuina de las reacciones y los hechos.
Si limpiamos de ruido de nuestros mapas mentales, dejamos nuestra presencia libre, valiente y atrevida para sentirse con la vida delante tal como es latiendo transparente y sutil.
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Sara Hernández Psicóloga Humanista
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