En la consulta me enfrento a diario con las tentaciones del personal, esto son los apegos alimenticios que hacen que se tambaleen los objetivos y que cueste adquirir nuevos hábitos.

Estos apegos son parte del entramado inconsciente que boicotea el éxito y el bienestar de la persona y por eso vamos a profundizar en ello, pues nunca podremos gestionar lo que se desconoce.

¿Qué es el comer emocional?

El comer emocional es cualquier ocasión en la que comemos sin intención de saciar el hambre o nutrirnos.

Una cosa es el hambre y otra las ganas de comer o apetito. Cuando uno sólo tiene hambre cualquier alimento nos sacia. Sin embargo, si tengo apetito no me vale todo, mi sistema sensorial está impulsado a comer solo ese alimento que tanto deseo.

Normalmente estas dos sensaciones de “tengo hambre y me apetece” van unidas y tengo hambre y me apetece especialmente un alimento dentro de lo que está a mi alcance.

Pero cuando una persona está en una situación emocional descontrolada, es decir se siente mal, o no sabe qué le pasa porque siente rabia, esta triste, confusa…y en realidad no contacta con esta emoción ni la gestiona, entonces surge una disociación entre el hambre y el apetito. Y aquí es donde empieza la fiesta de la ansiedad por comer.

Entonces pueden ocurrir dos cosas:

  1. A) siento hambre, pero no apetito, porque estoy desmotivad@ y ningún alimento me apetece. entonces puede que no coma o que coma solo lo justo para nutrirse.

Seguro que esto te ha pasado alguna vez tras un disgusto muy grande, una ruptura amorosa o quizá en época de alto rendimiento como en exámenes, o quizás también en momentos de exaltación y alegría máxima, como unas vacaciones en las que casi se olvida comer porque andamos todo el día de aquí para allá disfrutando, bailando y compartiendo. El caso es que hay desconexión, no hay consciencia de cómo esta nuestros cuerpo físico- mental-emocional.

  1. B) Pero puede ocurrir que solo sienta apetito y si todo el rato tengo apetito puede ocurrir que pierda las sensaciones relacionadas con el hambre y la saciedad, y en cualquier momento estamos en disposición de ingerir cualquier alimento que nos apetezca.

Y como los mecanismos sensoriales están muy despiertos pues a esta persona le van a apetecer muchas cosas y elegirá alimentos con alta palatividad, es decir alimentos altos en azucares y grasas. No se nos antoja por compulsividad brócoli , la manzana o avena, sino más bien chocolates, alitas de pollo, un Mac Donalds, donetes, helado, galletas…

Aquí empezamos a ver dónde está el comienzo del ovillo del hambre emocional. Se deja ver como hay una desconexión de la persona consigo misma más un gran condicionamiento social. Así es, la culpa no es del todo nuestra, estamos educados para caer en esto, nuestro sistema sensorial es frágil a ello y nuestra educastración emocional hace el resto.

 

Como vemos debajo de unos kilos de más hay mucha miga y no solo es cuestión de taparse la boca cuándo hay paella.

Nuestro cuerpo es un maestro y sus emociones son la manifestación física de la mente. Cuídalo y él te cuidará a ti.

¿Tienes problemas con la ansiedad y la comida?

¿Le ponemos fin a esta situación?

Sara Hernández Psicóloga Humanista

Consulta online y en Zaragoza

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