La rabia es una emoción expansiva y la solemos vivir con desagrado y dificultad. No todas las personas tienen esta sensación como una emoción dominante (estructural y compulsiva), pero seguro que en algún momento se ha adueñado de ti y te viene bien aprender de ella..

Como decía, la ira es una emoción expansiva, suele explotar hacia los demás, se convierte en violencia y creamos situaciones que desearíamos luego borrar.

La rabia también puede ejercer su fuerza arrasadora hacia dentro, muchos acaban reprimiendo el enfado que tenemos con otra persona  y ponemos cara de póker para que los demás no se pispen del enrrabiamiento interior que nos gobierna. Esto es el punto de partida de mucho sufrimiento emocional, somatizaciones, enfermedades, bajada de defensas… y desde luego el germen de una mala autoestima y mala comunicación con los demás.

Claro está que si no estamos de acuerdo con algo y no  lo confrontamos (asertivamente, he ahí la cuestión), esto se acumula en nuestro interior, al igual que se acumula el vapor en la olla exprés.

En otras ocasiones es la persona misma la que se enfada consigo misma, esta rabia esta retro-flexionada hacia el mismo sujeto pensante. Muchos tapamos la rabia con tristeza, hastío, hambre emocional… el caso es que esta energía agresiva la embutimos en una faja y aprisiona al ser humano que la viste. Y nos volvemos rígidos, lúgubres, críticos, con falta de equilibrio, se nos va la simpatía y la energía que seguro que bien la necesitas para algo más productivo.

Como decía, toda esta mala gestión de la rabia por represión se transforma en malestar emocional  en somatizaciones de algún grado.

El síntoma clásico de la represión de la rabia es el bruxismo, el dolor de mandíbulas, de cervicales…insomnio, migraña… cada cual somatiza según el conflicto emocional que no expresa debidamente.

Y es que lo que no hacemos consciente se expresa luego a través del cuerpo, es lógico, por algún lado tiene que salir esa energía contenida.

Cuando no nos trabajamos nuestra dimensión mental y emocional y vamos con el piloto automático por la vida, la mente va loca, asalvajada en su fuero interno y se sufre mucho.

Y por esto es por lo que a terapia llegan muchas personas que  piensan y piensan sin control y sufren y sufren des proporcionadamente creando un hondo dolor, la mayoría de las veces innecesario.

De todo lo dicho es importante ver como algunas veces expresamos en enfado son filtros impulsivamente y echamos nuestras cacas emocionales fuera sin pudor y que otro mecanismo de la mala gestión del enfado es reprimirlo. Estas son las dos caras de una misma moneda.

¿Cómo gestionar este huracán interior?

La rabia es una emoción más, que podemos aceptar y manejar.

Hay que estar conscientes de lo que pensamos. Si te das cuenta de que dice tu mente loca, veras que detrás de la rabia esta un desacuerdo con algo, o que algo debería ser de otra manera, o que alguien hizo algo que desapruebas; quizá hayas perdido algo importante…

Puedes darte cuenta de lo que piensas si te entrenas en estar consciente y despierto a lo que entra en tu mente. Tú puedes atender o soltar esos pensamientos. La clave es no creerte todo lo que entra en tu mente. Hay que filtrar esos pensamientos y parar el pensamiento si eso que se está rumiando no te genera vida sino muerte interior.

Siempre hay otra solución que estar rumiando el enfado, se puede solucionar el mismo incidente sin tener que subir tanto los niveles de cortisol (hormona del estrés).

Te darás cuanta de que tu cuerpo se tensiona o que esta rígido por ejemplo. Tienes que darte cuenta de lo que piensas y de cómo está tu cuerpo. Escucha sus señales, para y escúchate.

Si no nos damos cuenta de que estamos enfadados, es imposible gestionar bien el enfado.

Así que el primer paso es DARSE CUENTA.

Segundo paso aclarar la mente, no darle bombo al enfado racionalizar la situación desde la intención de vivir en calma.

Si vas automático e inconsciente será difícil parar el ataque o al auto-ataque por cabreo mal gestionado. Si te concedes ese instante para  aquietar tu mente, tendrás margen de reacción para elegir tu actitud y tu conducta.

Entonces, cuando aclares tu descontento puedes hacer dos cosas: o aceptar lo que no te gusta y no darle más bombo o asertivamente, sin hacerte daño a ti pero tampoco a los demás, confrontas con el mundo exterior lo que necesitas.

Esto último requiere valentía, claridad y sobre todo autovaloración, pues puedes estar en desacuerdo con los demás o no estar disponible siempre para otros. Este es el famoso arte de saber decir que no cuando es que no y que si cuando realmente es que sí.

Espero que esta pequeña reflexión haya cumplido su misión.

 

¡Nos vemos en terapia mis valientes!

Sara Hernández Psicóloga Humanista

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